viernes, 9 de octubre de 2009

Obama Premio Nobel de La Pax USA

La falsedad de Occidente llega ya a lo indecente. Un hombre que durante 25 años luchó por reconciliar a todas las religiones del mundo no mereció el Nobel (ni cito el nombre), y sin embargo, llega uno con palabras huecas y falsedades durante 9 meses, y allá va!!: el Nobel. Nunca tanto desprestigio para tal Galardón con semejante parida.
Pero es que el fiasco de las Olimpiadas ha sido Olímpico, nunca mejor dícho, y la campaña publicitaria pro-Obama se había hundido en la miseria.
Obama llegó con el talonario repleto de billetes para los ricos de este mundo, y como bien se dice en la España de Quevedo "Poderoso cabellero es D. Dinero".
Así que ahora tendremos a todos los leguleyos, alabando las excelencias del Emperador, y él se hinchará como un pavo, paseándose por todo el planeta, si no sucede algo peor.
¡Qué bello es vivir en el País de las Maravillas!
Mientras tanto Gaza se desangra, y los pobres de la Tierra se multiplican, como la mugre de nuestras ciudades por los mares.
¡Hoy soy palestino!, y a ellos les digo: lo siento; otra vez el hombre ha fracasado.
¡Hoy soy irakí!, y a ellos les digo: perdonad, por tantos muertos, huérfanos y viudas.
¡Hoy soy de afganistán!, y a ellos les digo: lloro por el horror al que os hemos hundido.
¡Hoy soy pobre!, y a ellos les digo: vosotros sois los herederos de la nueva Tierra.
¡Dios les dé la justicia que otros les niegan, como saeta ardiente que todo lo renueva!

lunes, 25 de mayo de 2009

Falsedad II

La falsedad ha sido compañera del hombre, como el silencio, el olvido, y otras muchas cualidades que acompañan a la condición humana.
Occidente se ha caracterizado por ser el campo de batalla en la lucha contra la falsedad: la falsedad del conocimiento, de las ideas, de los prejuicios, de las arbitrariedades.
Sólo Occidente ha brillado frente a otras civilizaciones por su ansiosa búsqueda de la verdad... hasta el relativismo.
Lo que parecía la suprema conquista de la verdad se ha convertido en la máxima entrada de la falsedad. El relativismo se ha tragado la búsqueda de Occidente y a su propia civilización. Hoy podemos afirmar en el sentido más amplio y profundo que nunca que Sócrates ha muerto por la cicuta del poder y que hoy triunfan los sofistas de la peor calaña.
Los sofistas se han instalado en la política, en la justicia, la economía y las comunicaciones.
Los primeros se han hecho una casta, los segundos han generado un monstruo informe e imprevisible, y los terceros han limpiado los bolsillos de todos. Los últimos son payasos o títeres de los primeros.
Occidente se derrumba como un enorme gigante de barro, que cae irremediablemente, mientras que los que se encuentran a su sombra se apartan esperando que no los aplaste en su imparable caída.
Es frecuente ver a muchos que ante el desastre se tapan los ojos y se fabrican un mundo ideal lleno de investigadores, pensadores, literatos, médicos, arquitectos, ingenieros, filósofos... y piensan que el hombre sigue avanzando.
Son pequeños ingenuos engañados por la apariencia de una inercia que se va agotando día tras día, ante una decadencia que se asoma al abismo de la anarquía, el autoritarismo, y el igualitarismo. El "hombre" se extingue para dar paso a la "pieza socializada", la cual encaja en el complejo entramado de un mundo cada vez más controlado de manera caótica y dirigido hacia la disolución y finalmente a la nada.
Toda resistencia es estéril. El poder está ejerciendo toda su fuerza sobre los que se resisten. Así, los intelectuales han sido comprados o entretenidos con interminables etapas formativas. Los espirituales han sido desacreditados y seducidos por ideas que los han apartado de su necesario ascetismo e independencia. Los ancianos han sido relegados, o han sido depositados en centros de inhibición y neutralización (residencias). Las juventudes han sido esclavizadas mediante la competitividad por una inalcanzable autocomplacencia, en la que las drogas, el deporte y el borreguismo son los medios para lograr sus más altas cimas. El hombre es despojado de su dignidad y la mujer es lanzada a la búsqueda de una meta desconocida e inexistente.
Toda la sociedad ha quedado descompuesta y sostenida en la falsedad.
Esta es la Nueva Era: "el mundo globalizado". ¡Puag!

martes, 21 de abril de 2009

Falsedad

La falsedad es como un huracán, como una tormenta tropical, un terremoto o un tifón: todo lo pone patas arriba.
La falsedad se extendiende por donde quiera que va, es contagiosa, va de arriba a bajo y viceversa. No hace distinción de pobres o ricos, a todos atrae, seduce, engancha y enloquece.
Es lo común de las relaciones internacionales, sociales y, con más frecuencia cada día, las personales.
Se esconde tras la prudencia, la sabiduría y la generosidad, cubriéndose con la capa de la hipocresía, y teniendo como armas todos los pecados capitales.
En ella recalan reyes, obispos, ministros y gentes importantes; todos los pueblos la desean, sobretodo si son ricos y poderosos: ¡Qué bella se viste la falsedad!
La falsedad es como un agujero negro masivo, más negro que la sexualidad: se lo traga todo en cuanto se arrima, y se hace partícipe de su voraz apetito.
El hombre justo se aparta de la falsedad lo más que puede, no pudiendo evitar caer en cierta hipocresía, ¡tan difícil es no pringarse de ella!, pero con frecuencia es seducido por ella en múltiples ocasiones, aunque se tenga por sabio, instruido e irreprochable.
El veneno por el que caen muchos en la falsedad son las ideologías (de derechas o de izquierdas), los nacionalismos, las filosofías, las tradiciones, las reveldías, el borreguismo tibio y nauseabundo, las modas y sus negaciones...
¿Qué se escapa a la falsedad?

Cristo, luz del mundo, es la única verdad. Cristo nos muestra el camino: la humildad, la docilidad, el silencio y la bondad. Esa fue la vida de Jesús durante 30 años. Después, 3 años para iluminar, y finalmente 3 horas en la cruz, para pasmar y ser contemplado.
Cristo en la cruz, es escándalo y locura, pero además modelo. Es la nueva balanza de Dios, la que mide su Justicia, su Verdad.
Es una balanza rígida, inmutable, regada por la sangre del cordero, y abierta al mundo, abrazando, y prisionero en el inmenso dolor de la crucifixión hasta la muerte: muerte en el amor y por amor.
Cristo retorna en esas 3 horas a sus 30 años de silencio; es el resumen y conclusión de su vida: su testamento.
Todo lo que se aparta de su cruz es vanidad y nada más que vanidad, esto es, falsedad.
Los pueblos, las instituciones, los hombres, se fijan en aquel acto, aquel gesto, aquella palabra para justificarse en Cristo, pero sólo el silencio de Cristo (y sus siete palabras) justifica a todo hombre, cualquiera que sea su condición. ¡Qué difícil es seguir a tan buen señor!
Y así pues, todas las cosas de este mundo no son de Dios, son de los hombres, de sus pequeñeces, de sus miedos, cobardías, torpezas y boberías.
Sólo el Amor y la Misericordia de Dios, diluyen el inmenso cieno en el que vivimos.